CUENTOS EN ESPAÑOL


¿PERO, NO ES CARNABAL?

 Fin de tarde y el “eixão” lleno de gente. El trío eléctrico atravesado en la avenida tocaba un sonido estridente. Jóvenes con vasos de vidrio y botellas de bebidas eran prohibidos por los policías. Otros adicionaban, de pequeños tubos coloridos, cachaça y miel en sus copas de vodka, y media docena de gatos  bailaban, pasmen, funk. Pero, no es carnaval? ¿Será que el barco ya se volteó y no contaron? ¡“Allah-ô ô ô ô”, pero que horror ôôôô! A esta altura la estrella Dalva se apagó, el Zezé perdió los pelos y las aguas corrieron.

“Prefiero quedarme en casa acostada en el sofá, mirando la televisión y comiendo chocolate”. Esta fue la frase que escuché de una joven sobre el carnaval brasiliense. Intenté hacerla recapacitar diciendo que como no estaba acompañada por sus amigas, la alegría no era completa. Ella balanceó la cabeza desanimada y no cambió de idea. Salimos del “eixão” sur y seguimos por otros distritos buscando del paquetón y galeno de Brasilia. Estábamos atrasados, los dos conjuntos ya habían cerrados sus puertas. Entonces, la salida fue partir para merendar y distraer el estómago con açaí y patata frita.  

Con cinco años de edad, fui reconocida como la chica más “foliona” del quiosco de música donde yo bailaba “marchinhas”. En Sulacap, barrio donde yo vivía había mucha farra y jóvenes enmascarados asustando a los que pasaban. Disfrazada de colombina, bahiana, pirata, primavera… frecuentaba las matinés de un club del distrito. Animada yo cantaba… Ei usted Aurora, diga que es mentira, sea sincera conmigo. Diga que ô balance va a volver. Dame un dinero y abre a las que yo quiero pasar, aquí en el “eixão” yo no quiero quedarme. 


¿ACEPTAS BAILAR? 

¿Aceptas bailar? Yo acepto. Puede ser en casa, en salón, en la plaza o estación. Este es nuestro lema y no hay espacio para timidez. Donde estuvimos, con o sin música, con o sin platea. Bailamos. 
Las primeras veces fueron, acá mismo, en Brasilia. Todo estaba organizado. Había mesa, sillas, banda y mucho agua para beber y no deshidratarnos. Estábamos en Coímbra, en una estación aguardando que el tren llegue. Distraída observé detalles del local cuando sin aviso fui invitada a bailarme. Extrañé, pero acepté sin reclamar. Bailamos al son de nuestros corazones, hasta que el tren se anunció. 

Otro proyecto de viaje y una sorpresa. Cerca del hotel donde estábamos hospedados había una gran plaza, aún decorada con símbolos de navidad. Nos quedamos sentados, agotados de los paseos diarios. Escuchamos música, y como quien no quiere nada, seguimos en la dirección. La banda inició suavemente, hasta que disparó un rock uruguayo y no resistimos la tentación. Una escala en Foz, dos días en Lima, un paseo, aniversario de la ciudad, otra plaza y una banda tocando. Esta vez no tuvo invitación, los ojos se cruzaron calientes con el calor solar y allá estábamos, nuevamente, bailando. 




MARAVILLAS DE LA NATURALEZA

Inicié viaje a Perú con una  conexión show de pelota, Foz do Iguaçu. Del avión el comandante anunció lo que Marco y yo habíamos mirado de lejos, “señores pasajeros, del lado izquierdo de la aeronave, ustedes pueden mirar las cataratas del río Iguaçu”. Estaba radiante, viendo más una vez la sétima maravilla de la naturaleza, en medio de la mata atlántica.
Después rápido almuerzo seguimos para las cataratas, esta vez del lado brasileño. En 2005 estuve en las cataratas  argentinas. Seguí un largo, seguro y agradable camino, por un muelle hasta la impresionante caída de las aguas de 83 metros de altura, en la garganta del diablo. Visión endiablada para mi tamaño.
En la época, no tuve en las cataratas brasileñas porque fui informada que no era tan hermosa. Mentira. Las nuestras son fascinantes. Bajé en un elevador panorámico admirando, de boca abierta, la vasta caída del agua. Del balcón las gotitas de agua mojaba mi pelo gris. En el muelle las iluminadas gotas de agua que sobre volaban el cielo, tocaban a  los aventureros, dejándolos bañados de la cabeza a los pies.
Maravillas son sensaciones que revuelve nuestras emociones.  Que están acuñadas en el corazón. Foz del Iguaçu, Cristo Redentor, Torre de Belén, Machu Picchu…, mi añorada Piedra de Guaratiba son maravillas que ya conozco. Existen otras y hago planes para visitar. Arquitecturas modernas, medievales y gigantes de la naturaleza de nuestro planeta. 



TI TI TI

En el aeropuerto en Lima, Marco y yo descubrimos que nos sentaríamos lado a lado durante el viaje hasta Cusco, que llevan eternos 60 minutos. En la aeronave procuramos por nuestros lugares, así como otros tantos extranjeros tranquilos y nerviosos. El vuelo estaba lleno y de entre las lenguas habladas yo conocía dos, el portugués y un complejo portuñol. 
Mal me acomodo en mi asiento, la señora del lado pregunta si hablo inglés. Respondo que no, con una sonrisa amarilla en el rostro. Pero con orgullo digo “español”. Cuando joven tuve innumerable soportunidades para aprender inglés. Mejor dicho aprendí, un poco, pero a esta altura del campeonato, de la edad y de la memoria, solo recuerdo: ¿ What is your name? ¿How are you? ¿How years old? Todos los goods; beautiful, nombre del salón de belleza, o sea, lo básico del básico. ¡Oh my god! Well, hasta que intentamos hablar,  pero no se dio. Yo no le entendía a ella y ella no me entendía a mí.
Del otro lado, para mi alegría, una argentina. Apreté el cinto, pero la charla con la joven corrió suelta. Hablamos de A a Z, hasta que ella comentó sobre su atracción por las novelas brasileñas. Lamentaba que por causa del viaje iría perder los capítulos de la novela, que está siendo reproducida. Que la audiencia en su país es enorme porque las novelas brasileñas son reales, presentan la vida como ella es, con intensidad. Completó “las nuestras son sin gracia”, y torció la boca en señal de menosprecio por las novelas de su país. Así también mencionó una vendedora peruana que encontré en una librería de Lima “cuando cierro la tienda doy una carrera para mi hogar y no perder el capítulo” y añadio‘no pierdo nunca”.
Gente, viajar es cultura y concluyo: “las personas de todas las nacionalidades adoran sufrimiento, barraquera y aza ración!” Por solo hablar español perdí un TI TI TI dañado de bueno. 




DÓLAR ROTO

Me quedé indecisa sobre dónde ir en las vacaciones de fin de año. Vagué por Venezuela, Chile, arribé hasta México y bajé a Perú. No pensé en Europa porque el momento es frío, nieve y muchos abrigos. Esta visita queda para época más caliente, de ropas más frescas y maleta más leve. Marco y yo finalmente decidimos por Perú porque ya estábamos enamorados de Cusco y Machu Picchu hace cerca de 2 años.
Guadalupe, nuestra profesora de español, hace parte del motivo del enamoramiento. En varios momentos de su clase se explayaba sobre la civilización Inca, la riqueza de la catedral de Cusco, de su tierra natal Urubamba y de tantas otras bellezas de su tierra. Con pesar, también mencionaba sobre las dificultades financieras de su pueblo.
Escogimos nuestros trayectos y algunas decisiones importantes tuvimos que tomar, como por ejemplo el cambio de nuestra moneda. En Perú, aceptan el dólar, en algunas tiendas el real, y los soles, moneda local. Usábamos el dólar y de vuelto, generalmente, recibíamos en soles. Yo hice inicialmente la mayor confusión. Quería dar soles en lugar del dólar porque yo no tenía ninguna intimidad con ambas monedas. Hasta que fui adquiriendo más confianza. Pero, cuando necesitaba pagar alguna cuenta consultaba a Marco, claro.
El billete del dólar tenía que estar impecable. Si tuviese algún roto en su borda, casi imperceptible, los comerciantes no aceptaban. No había explicación o señal de lamento que los hiciesen comprender que recibimos, de otros comerciantes, el billete en aquel estado de conservación. Pero aprendimos la lección y pasamos a tener mayor cuidado con los dólares que recibíamos.

El último día en Cusco, aún teníamos un billete de 20 dólares roto en la cartera. ¿Qué hacer? ¿Cómo pasar el perjuicio para otro? ¿Y la conciencia? ¿La culpa? Entonces al comprar un CD  de un cantante de la región, Marco explicó: “señor recibimos ese dinero, de cambio, en su país. Nosotros no somos responsables por ese daño, entonces él debe permanecer en su tierra”. El comerciante delante de nuestro desaliento aceptó el billete diciendo “está bien, está bien. 



VUELVA ADLER

Llegué a Cusco al final de la tarde y salí a pasear hasta el mercado de artesanía. Al cambiar la calle me encontré con tres mujeres agitadas que prendían carteles en los coches que se detenían en el semáforo. Paré y pregunté de qué se trataba. Una dijo “él niño fue secuestrado, no sabemos dónde está”. Yo me detuve con un cartel en la mano, donde había una foto del niño e inmediatamente pedí que prendiese en mi mochila. Salí caminando. Pensé que esa sería una forma de divulgar. 
Descubrí que el niño era hijo de una comerciante local. Marco, que es periodista, se enteró de los acontecimientos y envió un mensaje para otros periodistas en Brasil, para que divulgasen el hecho. Yo estaba impresionada, experimentándolo que una madre siente cuando pierde un hijo, el rumbo, la esperanza. 
Por la noche fui a la Plaza de Armas a hacer una merienda. Del restaurante vi que un grupo se reunía en las escaleras de la catedral portando una vela en la mano. Curiosa, pregunté a la chica lo que estaba aconteciendo y ella respondió “No sé. Tal vez alguien  se haya perdido y están orando por él”. Padres, madres, abuelas, amigos y primos salieron de la escaleras y caminaron alrededor de la plaza gritando ritmado “vuelva Adler, vuelva Adler, vuelva Adler…” me quedé conmovida mientras veía el drama, inclusive ya conocía la historia y ya estaba preocupada. 
Por dos días perdí el contacto con las noticias, porque continúe viajando por el país, pero sabía que iría a volver al mismo sitio. Cuando retorné, pregunté sobre el niño y la respuesta me entumeció “él está muerto”. Yo exclamé: ¡No puede ser! ¿Cómo así? Por qué?
Fue su tío. Recogió al niño en el mercado, compró una maleta, llevó al niño a otra tienda y lo asfixió. Colocó el cuerpo en la maleta y lo llevó a la tienda de su madre. Todo el tiempo el cuerpo estaba allá, la policía averiguó. 



ADRENALINA

Estaba en la sala de espera en Foz do Iguaçu, aguardando el vuelo en dirección a Perú. Necesité ir al baño y allá encontré a dos mujeres charlando. Pensé, son peruanas. 
Entré en el “box” personal y presté atención en la conversación y nada comprendí. Al hacer la higiene de las manos, percibí que hablaban rápido, hábito común, y entre los dientes. Eso dificultaba mi comprensión en la lengua española. Iba a me quedar dos días en Lima por cuenta propia, pero quería hacer contacto, sin intermediarios, con los peruanos. ¡Imaginen!
Fui al encuentro de Marco y comenté sobre lo que vi. Añadí que si estoy interesada en ser comprendida en nuestro viaje, que yo sacase el caballito de la lluvia. 
Me quedé en la silla pensando sobre mi dificultad en el español y eso comenzó a revolucionar mis tripas, haciendo con que tuviese que volver al baño. Adrenalina pura. 
Asustada seguí viaje. Llegando a Lima cogemos el traslado para el hotel. La guía pregunto si queríamos que ella hablase en portugués o español. Insistí que debería atravesar la dificultad y con seguridad hablé, “en español, por favor”. 




LA UNION HACE LA FUERZA


Marco y yo estamos pasando por momentos delicados, con sensibilidad, amor y comprensión. La madre de él tiene 86 años, mis padres 85 y 87. Marco es hijo único, entonces el único que puede dar apoyo y que resuelve todos los contratiempos adquiridos con la edad. Yo tengo un hermano, que actualmente viene con frecuencia a Brasilia. Él me ayuda a amparar a nuestros padres, principalmente en los momentos más críticos. 
Nuestros padres fueron singulares en nuestras vidas, porque escucharon, apoyaron y nos confortaron en las alegrías y tristezas. Cuando pensábamos que estaban dificultando nuestros intereses, en verdad estaban celando por nuestros bienestar. Hoy sabemos de eso, porque también somos padres. 

Al mismo tiempo en que felicitamos la longevidad, nos inquietamos con la calidad de vida de ellos. No queremos verlos enfermos, debilitados y en degradación. No queremos verlos bajando la escalera de la vida, con dificultad. Mucho menos queremos perderlos a ellos. Aquellos que nos criaron, amaron y dejaron sus marcas educacionales, ahora necesitan ser vigilados, confortados y cuidados. Un camino inverso que hasta hace poco tiempo no conocíamos. Teníamos la ilusión de que nuestros padres partirían sin cambios bruscos y atropellos. Sentimos apego y amor por aquellos que un día, no muy remoto, claro, nos criaron con amor. 


EL LOBO MALO

El siete de mayo de 2014, fue una fecha crucial para cambios. Impacto, susto, miedo y terror. Yo estaba en casa cuando me llamaron, era mi madre. Escuché su voz trémula que decía “sufrimos un accidente”. 
Me quedo asustada al recordar el horror. ¿“Madre dónde están? ¿Y mi padre? – él está preso dentro del coche y los bomberos están intentando sacarlo. ¡Oh no maaaadre!” Estoy yendo. 
Mientras salía de casa, los bomberos llevaban a mis padres al hospital. Veía de lejos un coche blanco atravesado en la calle. Al aproximarme me deparo con el otro y un poste en el piso. Mi padre fue el responsable. Apurada y muy asustada, porque no conocía el estado físico de mi padre, pero sabía el estado emocional de mi madre, quise bajar del coche en movimiento. Mi pareja me contuvo. Nada que hacer. Seguí en dirección a mis padres. Llegando los vi relativamente bien. Lo que me calmó muchísimo. Me quedé al lado de ellos hasta el anoichecer, momento de la alta. Hasta ahora todo bien. El lobo malo estaba adormitando. 
Los días pasaron y el lobo... mi madre necesitó internación porque su pierna se agravó y cuidados especiales fueron necesarios, ella es diabética. Recordé de un comentario  “prefiero tener un infarto a perder la pierna”. 
Los días se pasaron y el lobo malo... aún hincando y dando órdenes. Mi padre comenzó a tener comportamientos extraños. Se sentó encima del plato caliente, posó su brazo en la comida, tuvo dificultad de levantarse. Había un coágulo enorme en su cabeza. Se quedó en la UTI y allá todos decían para que tuviese paciencia. “No me digan para tener paciencia. La conversacion acá es esa. Estoy cansado. Quiero ir para mi casa. Los médicos están haciendo una pesquisa en mi cabeza”. Señal de normalidad. 
Los días pasaron y el lobo malo... fue eliminado, pero dejó secuelas. Después de esos eventos traumáticos, hoy mi madre es amedrentada cuando sale en coche y mi padre ya no conduce más. ¿El coche? Pérdida total. ¿Pero ustedes piensan que la vida es solo desgracia?  No. Mi padre hizo otra cirugía en la cabeza, pero para colocar un implante coclear y escuchar mejor los ruidos del lobo malo. 



PROMESAS

En 2014 hice promesas. Volver a dibujar, cuidar de las orquídeas, estudiar español, viajar y amar. En el momento no tengo recuerdos de otros. Todas las decisiones fueron pensadas y no escogí nada muy complejo de realizar. Reflexioné sobre mis promesas y deduje que de todas solo una no realicé, dibujar. 
La mesa de la pintura continua armada en mi cuarto, alcoba reservada y silenciosa, propicio para la actividad. Dejé el grafito de lado porque para mí esta es una tarea que exige atención, serenidad y aspiración. En mis reflexiones sobre el no cumplimiento del arte de dibujar, descubrí que yo evitaba el dibujo porque no había voluntad de realización, pero si no hay voluntad, no hay arte. Y así nos quedamos.
Con las orquídeas fui más lejos. Construí un pequeño orquidário, que a pesar de pequeño da mucho trabajo. Las orquídeas exigen atención, vigilia y amor, caso contrario vuelven las espaldas y no dan flor. Estudié sobre sus mañas y manías y con ellas aprendo a esperar y cultivar la esperanza. 
Mis planes de ejercitar la mente, de hablar otra lengua y viajar por los países latino-americanos, permanecen. Me gusta hacer parte del cotidiano de los habitantes, conocer la cultura, sus maneras y locuras. Yo y Marco hacemos los paseos sin ataduras, incluso a veces escogemos una turnê más organizada para sumar a muestro aprendizaje libertad. 
Vida sin amor, no es vida. Amo objetos y personas. Amo mi coche que me lleva al trabajo y a los encuentros. Amo mis vasijas porque con ellas hago mi alimentación y alimento a los que amo. Amo mi jardín y el bienestar que él me proporciona. Amo ser profesora, porque con mis alumnos aprendo sobre relacionamientos. Amo a mis duraderas amigas, las de cerca Luzia, Maria Nilza y Elizabeth; y las de lejos, Beth y Lizete. Amo también a las no tan duraderas. Amo a mis parientes otros no me aman. Amo a Marco, entre tapas y besos, porque respetamos nuestras saciedades. Amo a mis hijas y ellas también me aman. 

En 2015, no hice promesas. Dejaré que la vida me lleve. 



MI AMADA “PEDRA”

La semana pasada fui a Río. Yo, mi hermano y mis padres. Encontré parientes, amigos, playas y añoranzas. De entre todo lo que quería volver a, estaba incluida la “Pedra de Guaratiba”. Aclaremos, no es una playa con letra mayúscula, pero sí una bahía lamacenta, que para unos tenía propiedades medicinales. 
Allá pasé momentos, que me gusta recuerdar, de mi infancia y  parte de la adolescencia. Las fiestas de navidad, final del año, carnavales y las vacaciones. Tengo nostalgia de ese sitio porque era un local pintoresco, caliente y sereno. Podía pasear por las arenas blancas, deslizar por el lodo en una plancha de madera y coger frutos del mar. Cruzar por las piedras resbalosas y saltar entre ellas. El juego de girar era siempre una amenaza legítima, pero yo era chica y no tenía preocupaciones con detalles. 
Mi Hermano tiene melancolía de la piedra de “nuestra infancia”. Fuimos al encuentro del antiguo hogar de nuestros abuelos y fue difícil descubrir. Así como no encontramos la majestuosa árbole con sus castañas sabrosas, las canoas coloridas con redes de  pescadores, la plaza, la arena blanca, ... “aquel hogar de mis abuelos y  del Sr. Joaquín”. 
Volví para casa con otra imagen de la “Pedra”. Ella cambió muchísimo, lamentablemente, para peor. La nostalgia permanece en mis recuerdos y continuaré mirando el pasado, porque en el presente mi amada “Pedra”, aquella que está esculpida en mi corazón, no existe más. 



RECUERDOS PERENES


Hoy ella nasció, solamente que fui en idos de los años 1983. Recuerdo de los momentos de aprensión y de la emoción cuando mire mi hija enroladita en una manta que su abuela materna dio de regalo. Llore. Para mi sorpresa, ella nasció con los pelos oscuros. 
Saudades de aquel día, pero el recuerdo me remeten a los momentos de madurez y confianza. Pasaba por nueva fase en mi vida, por más una de las muchas que ya viví. 
Ella era muy ágil cuando arrastraba y cuando se quedó de pez, descubrió que empurrando su carriño de bebe podría ir más lejos y más rápido. Delante de esquivarse de los obstáculos. Así hacia todos los días, para mi sorpresa y do padre, hasta que se transformó  independiente y siguió sola y sin apoyó. 
Hija querida, con tú aprendí a ser madre. Erré muchas veces, pero acerté en otras e esto consola mi corazón. 
Hoy tú es una mujer casada, profesional competente que se especializa en tu área de trabajo, que cuida e inventa nuevas adornos  arquitectónicos en tu casa y fuera de ella. 
Hija querida, te amo. 
Hija querida, amo tú y a amaré independiente de sus escojas y do destino que trazar. Mismo que yo no concorde con tus escojas y con el destino que trazar, te amaré. 

Su madre. 



ELLA VOLVIÓ

Ella volvió.
Feliz, más madura, más segura, más mujer. Volvió hasta novia.
Pasó algunas dificultades, pero “se quedó y no amarilleó”, y también cogió buenos frutos. Fue dependiente e hoy más independiente. Yo nunca pedí a ella que volviese cuando me hablaba de las piedras en su camino. “Tuvimos determinación”.
Aun viviendo lejos, un día batió el pez y resolvió vivir sola. Con menos protección. Estaba pronta para abrazar y enfrentar el mundo. Un hijo para crecer necesita salir del abrigo e se habilitar a cuidar de sí. Se quedar en la cascara, sin sí aventurar y continuar mirando por la ventana no nos hace crecer. En eso yo creo.
Hija, no necesito decir que sea bienvenida, porque tú siempre fue bienvenida. Se quede, crie e irradie su luz entre nosotros.
Agradezco a los familiares que la acogieron en tierra desconocida y tan lejos para un corazón de madre.
Agradecimientos especiales a tú mi hermano y a la cuñada Leninha que comprenderán sus dificultades, que la aceptaron como ella es, e respetaron sus emociones.
Ese es mi regalo de Natal para ti, Aline. 

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